La materia posee una infinita fecundidad, una fuerza vital inagotable y al mismo tiempo un poder seductor que nos impulsa a modelarla. En las profundidades de la materia se trazan imprecisas sonrisas, se anudan conflictos y se condensan las formas esbozadas. La materia ondula íntegramente frente a las inacabadas posibilidades que la atraviesan como vagos estremecimientos. Mientras aguarda un soplo vivificante, la materia oscila sin cesar y nos tienta mediante millones de curvas blandas y dulces nacidas de su tenebroso deseo.
miércoles, 12 de agosto de 2009
La materia posee una infinita fecundidad, una fuerza vital inagotable y al mismo tiempo un poder seductor que nos impulsa a modelarla. En las profundidades de la materia se trazan imprecisas sonrisas, se anudan conflictos y se condensan las formas esbozadas. La materia ondula íntegramente frente a las inacabadas posibilidades que la atraviesan como vagos estremecimientos. Mientras aguarda un soplo vivificante, la materia oscila sin cesar y nos tienta mediante millones de curvas blandas y dulces nacidas de su tenebroso deseo.